No veo.
La luz que reciente me servía a los ojos
se ha apagado como en un latigazo.
Estoy en mi habitación.
Recuerdo como en brumas cada partícula
sólida que me rodea y el sitio que ocupa.
Puedo deambular sin que tenga que brotar de
mi garganta la palabra \"ay\", si acaso me topara
con la dura realidad.
La noche quiere ser mi amiga.
Algo me tira de las manos
para que busque la luna, ahí fuera.
Un impulso ancestral me pide luz,
no la necesito.
Al otro lado, toda la luz del mundo.
Puedo leer, soy capaz de abrir el libro que
ahora duerme en mi mesilla y llenarlo de
historias que no son las suyas.
Si Mahoma no va a la montaña...
Puedo dormir sin un reloj que me rompa
el sueño.
No quiero despertar.
Abro los ojos en la noche.
Es la hora de levantarse, aunque no haya
sol que doble las campanas.
Ya volverá, aquí lo espero.
Tengo toda la oscuridad por delante.