¡Execrable cruz la del hablador silente!
Enmohecida gola que ultraja su canto.
Otrora ministro del sol ardiente,
hoy vagabundo con cabello de llanto
Sufren los coros de niños ausentes,
calla el retoño del pasivo inherente.
Calla el auditorio de muerte inminente,
plañe el mendigo de las cuerdas dolentes.
Dueño de aliento vetusto cual vino,
donador de paliques y de nervio pobre,
añora el día, sobre helecho roído,
añora el día en que sea querido
Llorando ahora sus penas crecientes,
recordando y cantando proezas pasadas
¡Execrable cruz la del hablador silente!
Cromada en llanto de lágrimas saladas.