Hay un tiesto en mi balcón
en el que nada me crece;
a ese pobre, me parece,
las plantas le dan plantón.
Deseo de corazón,
ver cómo en él brota y crece
esa rosa que merece
quien me nubla la razón.
Lo riego con ilusión
tan pronto como oscurece
o, si no, cuando amanece,
a veces con profusión,
y ese tiesto tontorrón
para nada lo agradece,
y hasta insensible parece
tras su coraza marrón.
Hay tiestos alrededor
en que todo reverdece
y en su momento florece,
con evidente esplendor,
toda planta que es de flor
y en este otro nada crece,
ni en él siquiera aparece
el más mínimo verdor.
Dijo un sabio en la cuestión
que sólo miseria crece
en la tierra que padece
del mal de la corrupción.
Va a ser esa la razón
de cuanto malo acontece,
por más que él no lo merece,
al tiesto de mi balcón,
cuya tierra, en conclusión,
será de allá donde crece
la miseria y que padece
del mal de la corrupción.
© Xabier Abando, 22/05/2018