No fueron kilómetros apenas unos metros
el trecho que separaba aquellos dos cuerpos.
Un hombre gallardo con rasgos coloniales
con ojos tan claros que parecían cristales,
a la morenita con cabellos negros, le guiño
el ojo, con media sonrisa-nervioso la mira,
buscando si en un glorioso milagro
aquella morena de amplia risita
notara que por ella, daría la vida.
Aquella mujer de piel centellada despierta
en él, pasión y esperanza. La mira a los lejos
soñando cercanía, imagina esa bronceada piel
coloreando su sombría vida. La mira y la mira
buscando entender ¡porqué lo cautiva el
garbo caminar de aquella mujer!
Aquella mujer de piel dorada, fija sus alumbrados
ojos en el hombre gallardo con rasgos coloniales,
desatando movimientos y destellos espaciales
que han cambiado el tiempo y el universo
del hombre gallardo como nunca antes.
En la pista del tiempo bailan y bailan,
fijando los ojos en aquellas posibilidades
donde dos extraños empiezan a amarse,
sin conocer sus nombres, sus huellas, ni afanes,
aquellas dos alma solo reconocen el llamado
de aquella mirada que pudo cautivarlos.
No fueron kilómetros a penas unos metros
la distancia que separaba aquellos dos cuerpos.
Un hombre gallardo con ojos tan claros
que parecían de cristales, se prende a la silueta
de una mujer con pelo azabache, que con su amplia
sonrisa cautivo su alma, matizando por siempre
aquella vida de angustia y desesperanza.
©LeydisProse
5/23/2018
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