Rebeca y Javier, compraron un carro del año; una joya de la autopista.
Ansiosos de volantear la hermosa bestia, salieron una tarde de sábado. Junto con ellos, llevaron a su hijo de 7 años.
René: un niño bueno pero intranquilo.
Y cuando llegaron a la estación para habilitar de combustible el auto, lo dejaron dentro, medio dormido.
Pero al cerrar las puertas, este se despierta de manera muy pícara y comienza a registrar las cosas del padre que había dejado en el asiento del chofer; ahí había muchos documentos, que al niño travieso, no le parecía útiles, como las licencias, dinero, una fosforera, un lapicero...
René pensó que sería normal que pudiese dibujar líneas disparatadas en el tapizado de los asientos, que imitara a su padre echar algo de humo, prendiendo la fosforera, e incendiando un billete.
…Reírse…
Y luego...
El caos; el alboroto que se formó, cuando Rebeca regreso al carro y vio todo el desorden.
Javier, le dio una paliza a René con el cinto y este en un descuido del padre salió corriendo; atravesando la avenida…
De repente, …una rastra.
Un grito de Rebeca: ¡René ven aquí!
A Javier una lágrima casual, le rodaba por la mejilla; cayó hincado en el suelo pidiendo perdón a dios.
Al niño René no le dio tiempo alguno. La rastra le pasó por encima y lo mató al instante.
Las personas que estaban dentro de la tienda, salieron a ser testigo del trágico suceso.
El crecimiento de un fruto que se perdió, sin llegar a madurarse.
… el llanto de dos padres.
… el de muchas personas más.
… un velorio,
… una enorme cantidad de personas,
… una caja fúnebre casi vacía.
Meses después de este evento, Rebeca empezó consumir alcohol y a divagar por las noches.
Javier, fumaba enormes cantidades de cigarros, mientras creía que torturaba al deslumbrante auto, de tapicería rayada, con el acosador cinto; testigo del fatídico accidente; quizás causante…
Una noche de tantas, Rebeca no volvió a casa,
…tal vez se le olvidó la dirección.
A Javier, la nicotina ya no le agradaba, y prefirió algo más.
Pensó ver girasoles, y este; se equivocó y vio a un niño de 7 años correr por aquel enorme caserón, al que siguió hasta el jardín del patio.
- Papá, ¿porque estás tan triste?, aquí en este lugar, no hay carros ni humo. Ven conmigo...
- Ya voy hijo, tan solo deja abrir la puerta de la calle por si tu madre regresa…
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Pedro J.M.Valenciano
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