Un venablo certero,
penetró como un sable.
Como atraviesa el alma,
el nocivo veneno.
Una daga invisible,
que socava el respeto.
Un cuchillo de fuego,
abrasando el cerebro.
Sin piedad cercenando,
el valor de lo honesto.
Callejones oscuros.
Donde vive el secreto.
Donde se vicia el aire,
que se respira luego.
Una densa neblina.
Sobre la mente posa,
la putrefacta pátina.
Como una lluvia ácida,
que la corrompe luego.
Una extensa sabana.
Donde la vida rompe,
los más recios conceptos.
Donde libre es la noche,
y el día un gran concierto.
Prematuros ataques,
de pobladores nuevos.
Germinando desastres,
donde vibra lo bueno.
Una sonora ausencia,
de humanos sentimientos.
Lleva nombre de sueños.
Apellidos de anhelos.
La canción suena armónica,
pero faltan los hechos.
Desnudos en sus manos,
como simples bocetos.
Caminan los rencores,
presos en cada pecho.
Las voces ya no gritan.
Susurros son sus gestos.
Y la cadencia misma,
de sus cansados cuerpos.
Revelan las promesas,
perdidas en los restos,
de justicia y derechos.
El tono va subiendo.
Como un árbol que crece,
regado con aprecio.
El murmullo se rompe.
Se parte por el medio.
Y las gargantas rotas,
denotan su desprecio.
Hasta el volcán se calla,
en latente silencio.
A. L.
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