Negros son los fantasmas, vagan sin rumbo
en cada hoja de árbol su hedor está oculto
Dejan su lamento en las ráfagas del viento
Hacen sentir la agonía, de vivir en el infierno
Enjambre de dolor, son muchas sus voces
Niños y ancianos, mujeres y Hombres
Muchedumbre de esclavos, vestida de harapos
Dientes que brillan, cadáveres hambrientos
Suplicantes miran, ojos en la oscuridad,
Clamor de centurias, injusticia en la eternidad
Tañen las campanas, crujen las puertas
Tobillos atados, arrastran cadenas,
Pesada carga que doblega su espíritu,
Novilunio, luto absoluto, sin fin la noche,
De generaciones a otras, trascienden una era
Esperando redención, liberación de penas,
Ascensión del alma, digna reivindicación
Oración suplicante de la aceptación,
Un incienso envolvente en amor cósmico
Sanador de sus llagas, ungüento balsámico
El consolador, atiende los gemidos del alma
Transmutación del perdón, en la sagrada flama
La maldición se rompe, todos son libres
No serán más fantasmas, ahora son ángeles