Nuevamente la herida causa dolor, están de vuelta los días ausentes de amor.
La hemorragia interna podría matarme, y es que tu indiferencia es una flecha que penetra profundamente en mi pecho.
Me condenas a olvidar, sabiendo que de ti dependía el último rasgo de bienestar.
En una cita fría y cruel, sólo apareces para anunciar que tendré que buscar otro camino.
Tú, no me permites intentar.
Rechazas mis razones y te niegas a perdonar.
Tú, te llevas mi tranquilidad.
Ni siquiera escucharás el motivo causante de mi inestabilidad.
El egoísmo nos divide.
Recuerda quién se enamoró, los detalles que había entre los dos.
Los momentos hermosos llenos de magia y amor.
No te quedes con la inseguridad, los momentos amargos desaparecerán de nuestras mentes.
Las reuniones llenas de improvisación, nuestros besos eternos de inocencia y pasión.
Los abrazos que en realidad no debían terminar, nos unían.
Tú, no me escucharás más.
Es una injusticia que se me obligue a guardar silencio.
Tú, te niegas intentar.
Me fragmento en partículas que se incineran igual que la ceniza de un volcán.
¡Antes de irme lo debo admitir, ya te extraño y aún sigues aquí!
¡La tristeza se aproxima a gran velocidad y continuas reusandote a perdonarme, ten piedad!
Yo perdono esta decisión, perdono el futuro que pudo existir entre tú y yo.
Y que me perdone el destino por dejarte marchar.
Te he decepcionado.
Tú, ya no miras detrás.
Estaré esperando a que decidas el momento indicado para perdonar.
El rencor no será nuestro oponente.