Desperté fatigada.
Bastante estresada por la gran pelea que tuvimos anoche.
Mi cuerpo se siente fuerte y a la vez cansado.
No aguanto la cabeza y tengo mucha sed.
Desperté satisfecha.
Sé que mientras dormía, me hacías el amor.
Tan rudo y dulce a la vez, como sabes hacerlo.
Mis pezones sensibles y tus manos mágicas.
Una vez más me sentí usada,
pero curiosamente cuando me encuentro
entre tus brazos, siento ese amor sofocado que llevas
entre tu aparente felicidad social...
poeta pecador.
Desperté de muy mal humor.
No sé si eran los pájaros, mis sobrinos o los camiones.
Me fastidió más la idea de no verte acostado a mi lado.
¿Otra vez? Ya van varias mañanas, con la misma situación.
Desperté para no encontrarte.
Solo te apareces cuando te place en mis sueños,
y cuando quieres hostigar, entre mis recuerdos.
Desperté porque tuve que despertar.
Han pasado más de 376 días,
y la discución que existe en mi memoria de la noche anterior,
es imborrable.
Han pasado más de 377 días,
y no puedo modificar nada.
No estás.
Han pasado más de 378 días,
y sigues sin despertar a mi lado.
Han pasado más de 379 días.
Sigo siendo una mujer solitaria que vive del recuerdo de un perfume impregnado en una almohada.
Me acosas en el recuerdo porque duele tu regreso.
Y me molesta, y me hace bien.
Y me empeora y me apetece.
Si vas a venir a hacerme el amor esta noche
y a discutir como solemos hacerlo.
Sabes que mi madriguera acepta tu eterna guerra inapropiada.
Procuremos que los gemidos, sean más fuertes que nuestra pelea inmortal.