Detrás de cada gran monumento está la muerte
Escondida tras el oro refulgente
No importa el número es mucha gente
Que pasó la vida sin ninguna suerte.
No conozco ninguna costrucción dedicada a la vida
Solo tumbas anónimas con alguna flor que se resiste a morir
La flor es el acicate que nos anima a bien vivir
Lo demás, la grandeza monumental pronto se olvida.
En la gran urbe ahogada por el tráfico
Te detienes en tu paseo solitario, junto a un colegio
Y allí, niñas y niños juegan ajenos al sacrilegio
Y desaparece de la vida todo sentimiento trágico.