alupego (Ángel L. Pérez)

NADA TAPA NI CUBRE

 

No se oculta la mano,
que con cariño aprieta.
No se tapa la vida,
detrás de las fronteras.
No se cubre con sorna,
el dolor y la pena.

Prisioneros del tiempo,
la verdad se revela.
Como fluyen las aguas,
en las verdes veredas.

No se ocultan los gestos,
del amor que se entrega.
Tampoco se disfrazan,
las brutales tormentas.
Ni se tiñen de rojo,
las bellas madreselvas.

No se oculta el rencor,
que aflora sin reservas.
No se acaba el sendero,
que encubre la floresta.
Caminantes eternos.
De voces inconexas.
Salpicando la vida,
de mitos y leyendas.

La verdad se disfraza,
cuando el necio se acerca.
En sus labios la mueca,
de una razón a medias.
El rictus no se cubre.
Las miradas delatan,
su notable miseria.

No se esconde quien lucha,
con las manos abiertas.
Ni se atrinchera el noble,
que a la vida se entrega.
No se olvidan los nombres,
de las duras ofensas.
Ni se rompen promesas,
que el corazón aprueba.

Perdidos en las sombras,
deambulan los que infectan.
De sus almas podridas,
rebosa la indecencia.
Arrastrando consigo,
los que a su sombra medran.
No se oculta el respeto,
de la noble conciencia.
Soñadores eternos,
que la vida respetan.

Hasta la flores crecen,
entre las duras piedras.
Aunque cubra la niebla,
su auténtica belleza.
En los grises jirones,
la vida se despierta.
A. L.
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