Burrito blanco
con tus orejas gachas
vas atado a una carreta;
y hoy te vi
con tu mirada taciturna
de soledades.
Tienes los ojitos
más hondos y callados
que pasean el empedrado
de tus aldeanas tardes.
Te han herido...
El látigo de tu verdugo
ha dejado huellas de sangre
entre el pelaje que cubre
tu cuerpo enjuto
y mal alimentado.
Burrito mío,
grisáceo y mustio
como esos lirios cansados
que van perdiendo
el esplendor de su blancura.
Hoy te vi al pasar.
Iba la alargada sombra
de tu silueta
reflejando duelo
entre las piedras,
bajo este raro sol
de invierno.
Ni un quejido brotó
de tu tristeza,
pero en tu sola mirada
iba todo el dolor del cielo.
Ingrid Zetterberg
De mi libro \"Por los bosques del silencio\"
Año 2,016
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