Navego el mar de tu cuerpo
surcando el oleaje de tu piel
plateada de luna, salpicada de estrellas
explorado tu pasión embravecida,
sintiendo como de a poco
la rompiente del deseo te invade
entre la espuma de sábanas blancas.
Desciendo por el vórtice de tu cuello
hasta encontrarme con tus hombros
que tímidamente me llevan
a la cresta de tu pecho agitado,
turgente, urgente, perfecto;
donde me quedo un intante,
por eones extasiado.
Las corrientes de la libido a la deriva
me conducen a la serenidad de tu espalda,
y de ahí al estrecho de tu cintura,
y al sur de tus glúteos,
norte de tus muslos formidables.
Me sumerjo en el abismo de tu vientre,
sintiendo de lo profundo de tu entraña
el bramido que se escapa por tu boca;
un gemir impetuoso, trepidante;
mientras me acerco a tu bahía
donde desemboca un río de mieles,
cristalinas, dulces, tumultuosas, susurrantes
que entre cantos de sirenas parecen decirme
anda ve y navégame de nuevo,
anda y ve, mi bravo navegante...
-. Par
27052018
Derechos Reservados