El Mochuelo de Minerva

El Demonio de la Esdrújula

 

 

La víbora y Dios cátaro.

Mi fin era su prólogo,

eterno como uróboros,

Demonio de la Esdrújula

hoy canto como gárgola.
Rimando voy sin brújula.
Predico desde el ágora

sin prosas ni parábolas
(fluyendo como el líquido)
ni efímeras metáforas
(reflejo de lo idílico).

Mi verso es pitagórico,
sin décima en su métrica,
con diez en lo melódico,
y un veinte en aritmética.

Emerge de un pentáculo
de un libro de la hermética,
reliquia de un oráculo
con letras esotéricas.

Me atrajo con su lírica
hermosa y muy estética
que no era en letra insípida
sino en prosa poética.
Grabó con su fonética
en mi alma, frases vívidas
como una ciencia empírica,
sin ápices de una ética.

Versículo a versículo
me alejo del pináculo,
me acerco hacia lo ilícito
de un negro tabernáculo.

Palabras filosóficas
conforman heptasílabos
bañados de retórica.
Desciendo como un Ícaro

por métrica sin mácula
oníricas e hipnóticas
y un sátiro en la armónica
me hechiza como un Drácula

tan cínico y satánico,
dogmático y heurístico,
su lengua es como el látigo
del trueno cabalístico
que dividió el atlántico
con cánticos etílicos.

El báculo del místico
rasgó mi sesgo lógico.
Mostró lo metafísico
del Verbo cosmogónico.

Su dios no tiene méritos
su meta es el propósito:
sin esperar más crédito
lograr un mundo inhóspito.

Maligna cosa cáustica
mistérica es tu música,
quebró a mil millas náuticas
mi mente fuerte y lúcida.

Surgió de su crisálida
tan frívola, tan gélidas
que heló mi calma cálida
con su mirada tétrica,
palpó mi cara pálida
miró mi alma desértica
producto de sus ánimas
necrófilas, quimérica.

Lloró la bestia histórica
mil lágrimas sintéticas,
criaturas anacrónicas
traídas de otras épicas.

Cual beso de la górgona
petrificó mi médula.
El fuego de su pólvora
destruye cada célula.

Paralizó mis músculos
carentes del antídoto.
Me acerco a mi crepúsculo
siguiendo falsos ídolos.

Y ahora soy análogo
del cuento de aquel Sísifo,
sin tregua para el diálogo
por su castigo mítico.

Soy títere y sonámbulo
vagando en este círculo
que me advirtió el preámbulo
sin vértice en su vínculo.

vaivén del viejo péndulo
rebobinó el cronómetro
mientras volvía, incrédulo.
Déjà vu del fenómeno.

Lo vi en medio del Tártaro,
de ti no hay un homólogo.
Predicho por astrólogos
en la celeste cúpula.

La víbora y Dios cátaro.
Mi fin era su prólogo,
eterno como uróboros,

Demonio de la Esdrújula

hoy canto como gárgola.

Rimando voy sin brújula.

Predico desde el ágora