Uno llega a su casa
y está lleno de rosas el jarrón aunque no es tiempo de flores,
y hay un gato durmiendo en el sofá y eso que nunca
consentiste rodar una película
de animales domésticos.
Y te da por pensar si no hay motivos
para hacerse de cruces
y afirmar
que la vida es así, tan enigmática,
que no puedes saber si es que has sembrado de potos el jardín
o te has echado
una amante en los Andes.
Observas, por ejemplo,
que septiembre no es siempre el mes más triste
ni los muertos retoñan en noviembre,
que se pasa la vida y a la buena de Dios llegan los nietos
invirtiendo las fechas,
desandándolo todo y ahora hay flores
que crecen sobre el mármol y se riegan
con agua del Jordán.
Desde luego
que te sobran razones para hacerte una foto y colocarla
delante de un guiñol como reclamo,
desde luego, si no fuera pecar de heterodoxo,
que hay motivos sobrados para abrirse las venas o echarse en el café
dos gotas de cianuro.