Insisto con la música oculta tras el brillo
de distantes palabras,
porque en el silencio,
hasta un susurro puede parecer un grito.
Esta constante impaciencia que a veces domino
y a veces me domina
alienta al orgullo
a matar la cobardía del insolente latido
que aún vive sin permiso
en un “todavía”,
porque aún sé decir te quiero
aunque abrace el aire de una mentira
o la sombra de un recuerdo.
No puede lastimarme ya el olvido
porque ha quedado lejos.
Ignoro la cortesía que no siente alegría
y me arrodillo ante el sueño
que teje en sí mismo
el camino de mi vida.
Se agota la saliva en la lengua
pero aguanta la idea en el seno
del papel que le vio nacer
como un nuevo día.
Sabe que aquí siempre tendrá un amigo
a pesar de las balas de silencio,
a pesar de la sangre engañada,
a pesar de las débiles manos
que arrancaron una rosa al desierto.