El sol le desea
un día grandioso
a su amada luna,
sabe que dé si mismo
depende su brillo.
Cada instante,
a cada segundo,
cada minuto,
se esfuerza
por resplandecer
de manera espectacular.
Para que su apreciada luna
no pierda su luz
y en su momento
relucir,
y él,
gustoso acepta
su responsabilidad.
Al finalizar el día,
cuando élla,
aparece mágicamente,
la luna
resplandece
majestuosa.
Y sabe el sol,
que valió la pena
por verla brillar,
por saberse protegida
y amada…
Solo por verla sonreír,
por verla feliz.