Que la noche no me tome
por lo que mi cuerpo describe:
Que no tome el cuerpo de nadie
con el hilo desprevenido de su sustancia.
Que del pecho de los dolidos y poetas
no nace Eros,
pero de la noche nacen las tragedias
y los conflictos divinos
Que la noche alinee un beso con el mito
de tu alma peregrina y mi alma desahuciada;
que su mirada sea suficiente para
comprometer mi lascivia y
encerrarla entre sus muslos,
como el firmamento a la refulgencia
o como el espacio vacío a la nada.
El clamor de los aislados ha llegado a ser oído en todas las tabernas
de la experiencia execrable.
De sus almas se desprende la goma que los ata al orgasmo.
Y con sus venas llenas de lágrimas,
látigos
o consoladores esquivos,
son testigos de sus comedias épicas
o sus tragedias ignoradas.
[-¿Pero y qué transcurre en el cuerpo de los que comprenden
las dagas colocadas en sus ensueños con desdén por el tiempo?
-Se esclarece su camino, pero su caminar es cada vez más metálico.]
La esperanza de tus pasos se cuela en los caminos que eludo
para evitar el peso y la daga;
detrás de ellos he replicado un alivio
desprendido del eco de tu grave sosiego
o del seno proclamador de tu anhelo salvador
y tu ruego.
Y aún recuerdo que el alba se creó a poca distancia de mi cuello,
con el efluvio de tu nombre y de tu credo,
penetrando en la esencia de las mantas
con el verbo compenetrado de tu tacto
y desenfreno.
Mi experiencia se crea y se agota al despertar
mi sueño en tu pecho
Y mi sensible miedo se aplaca
sobre tu alma embalsamada
en mi lecho;
deseando que la distancia definitiva
de nuestro abrazo
no se precipite de las alturas de un clamor oculto
o de la sentencia de un ocaso.