El durazno nectarino
bien maduro es mi favorito,
la carne llagada de este fruto
dulzonamente pestilente,
con un matiz a corcho vinero,
me provoca comerlo impaciente.
Causando tanta premura
esta boca ansiosa de siempre,
el deseo siempre la apura
en su glotonería perenne.
De la sutil mesura ignorante
abro impaciente y deseosa
mi boca de salivados labios,
llena de un afán que resopla.
Pronto en un colosal mordisco
impaciente de gula y sin inmuto,
como sorpresivo bandido,
profano tan exquisito fruto.
Muevo mi lengua apurado
corriendo tras de sus jugos,
que de mis comisuras brotan,
saciando mis infantiles ganas.
Indigno soy de comer este manjar
casi todo lo estoy derramando,
cuando seré prolijo en este afán,
si al comerlo me arrebato tanto.