Nunca te quedas quieto, has borrado todo recuerdo digno.
Has muerto, nos has hecho caer.
Pero por si sirviese de algo, manda al cuervo nuestros pedidos:
Dile que deseamos gobernar terrenos ocultos, que nos han cedido leche caducada.
Y que has roto sus cuerdas de cristal, nos hemos desbordado como una fuente de los deseos.
Que no nos deje en ridículo, que hemos de orar por todo lo perdido.
Y que nuestros corazones han colapsado en la última noche estrellada, porque su suspiro final ha golpeado la puerta y ha estado agonizando con su propia alma.