De extrema delgadez se esculpe el pecho,
como si piedra fuera, viento o luna,
como si rayo en sombra inoportuna
o tañido en metal insatisfecho.
Ay que el dolor ya inunda todo el lecho,
y un páramo, de llanto, se alaguna;
en cera se vacía y se hace duna
todo tu corazón, solo y maltrecho.
Qué silenciosa tarde y lento duelo,
y qué quietud del aire sin tu aliento…
Sólo una nube de sereno incienso
trasciende en el vacío y se alza en vuelo,
renueva y te devuelve al firmamento
que puebla el infinito, largo y denso.
Gonzaleja