Así como el hereje se rebela
de su doctrina, y pronto es condenado
sin luz a los abismo de su espíritu.
Así voy por la vida de poeta.
Así como acarrea piedras un
niño junto al riachuelo, y en su intento
no claudica jamás. Así tantean
mis manos, las dos manos del dolor,
que son brisas de sangre que respiran
bajo las Alamedas de la noche:
rosales negros, ondas de estridencias
que se graban...el corazón y el seso.
Estoy en este otoño de armoniosa
desolación; entrando en resonancia
de una lluvia que toca mi cenit.
¡Oh, qué bien se siente esta soledad!
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David John Morales Arriola