Sólo ante ese hebreo incliné mi frente
doblando las rodillas en amor latiendo,
despojando mi dolor y mis miserias.
Sólo ese hebreo es mi Dios y mi Señor.
Desde la cuna en piedra y hasta la muerte en cruz;
y es mi Dios tras su regreso en gloria.
Hombre hebreo, mi Dios, que en vos confío
protege mi alma y las almas que yo amo
con ese ser sensible de artesano,
con esa mansedumbre del cordero.
Y siempre he de recordar la inmensa gracia
recibida en impronta de la fe, la fe cristiana,
de haberte conocido y aceptado.
¡Oh Jesús, mi Dios hebreo!
De mi libro “Del sentir que reverbera”. 2018 ISBN 978-987-763-458-7