Adrian VeMo

Desahuciados

 

Palidezco ante la sal añeja

de las lágrimas derramadas.

 

Repito esa herida crepuscular

y no es el sol

son ojos los que se ocultan.

 

Hemos ido dejando sangre en los pechos

y un dulce cementerio de mariposas

en las bocas.

 

Que no te quepa en la mente

el fuego de los árboles calcinados

ni los veleros fugaces

                   yendo y viniendo en el aire

                              como soplos.

 

No dejes de colgar miradas en el cielo

o lanzar caricias infinitas,

aunque a veces haya

desahuciados que escupen el firmamento.