Llegaste hasta mí,
deseoso,con tus manos calientes,
con tus besos encendías
mis entrañas y mi ser.
No quisé preguntar nada,
tan solo me dejé querer,
te sentía tan apasionado
que de placer me contagie.
Llegaste hasta mí,
con tu piel suave,
difícil de rechazar,
con tu embrujo de hombre
que toda mujer quiere gozar.
Y tus labios me recorrían,
ningún lugar dejabas de probar,
mi cuello,mi espalda,mis senos...
solo me decías entre susurros
que era tu manera de amar.
¡Qué momento tan placentero!
¡qué difícil olvidar!
la humedad de tus labios
a mi cuerpo hacía vibrar.
Con mis manos te apretaba,
tu espalda a mí me invito
a dibujar en ella
un laberinto de pasión.
Y recorrías mi cuerpo
de norte a sur y de regreso,
dejaste para más tarde
aquello que tanto ansíaba.
Cerraba mis ojos solo a momentos,
tus ojos me miraban gozosos,
¡qué maravilla de hombre!
me hiciste volar en la cama.
Tus labios lentamente
se acercaron a lo más íntimo de mi cuerpo,
¿qué podia hacer,
si miel de mí brotaba?
no dejabas de hacerlo ni un momento,
sentía como te excitabas,
entre jadeos te dije
que necesitaba que me penetraras.
¡Qué sublime momento!
explotar juntos en la madrugada,
solo te digo mi cielo,
era algo que no acababa.
Las fuerzas de los cuerpos
terminaron,te abrazabas a mi pecho,
yo,amorosa te dije...
¡qué grato lo que me has hecho!
Todo terminó con un beso,
abrazados en la destendida cama,
la tranquilidad nos llego
iluminándonos el alma.
YOLANDA BARRY.