Dos cisnes de un mismo vientre
y de un mismo paraíso,
se enfrentan en medio
del regazo de la madre adolorida.
Llevados a la muerte
por los morbosos cantos de sirenas,
que petrifican al oído y a la razón,
cabalgan sobre la crueldad
del error irreflexivo
hasta descender
a la oquedad del inframundo.
La bestia del amargo encanto
disfrazada de limpia espada
ha incursionado impunemente
en la pulcritud del beso sincero
y sin advertencia alguna
ha corroído a los dulces corazones.
Lágrimas de un mismo ojo
Invaden a un mismo corazón.
Llora la carne,
llora la madre por sus vástagos,
y desde sus labios se desprende
una plegaria hacia el creador,
por el exterminio de la pesadilla
y el resurgimiento del fénix del amor.
Que la sabiduría de la meditación
invada el espíritu de los cisnes enfrentados
devolviendo la sonrisa
a la atribulada y amorosa
madre patria.