Un velo tapa sus ojos.
Detrás la mirada huye,
de la prisión que la cubre.
Dos perlas ruedan perdidas.
Dando brillo a sus mejillas.
Un frío rictus de enojo,
delata su pesadilla.
Rimeros de agua salina.
De sus pestañas de niña.
Rosados pómulos brillan,
moldeados cual arcilla.
En las comisuras quedan,
sujetos en las rendijas,
de sus arabescos labios.
Como nítidos rosarios,
rosados cual marmolina.
Un suspiro rompe el aire.
Y la fuerza de su anhelo.
Busca traspasar el velo,
que presa su cara humilla.
El cálido aliento yace,
en la sedosa cortina.
Humedeciendo la tela,
como una hidratada brisa.
Traslúcido su mirar.
Busca las demás figuras.
Ansiosa por descubrir,
los ojos que la perfilan.
La membrana cristalina.
Va golpeando sus labios,
cuando su pecho respira.
Cada latido un aliento,
que quiere dejar de ser,
en su libertad cautiva.
Perlada la frente emerge,
de la tela que la obliga.
Rea de sus pensamientos,
que en su cerebro golpean,
la belleza constreñida.
Crece sin pausa por dentro,
como una flor que respira.
A. L.
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