La quise, como no es habitual en mí. Le conté la verdad y cada detalle de mi corta existencia, y ella lo hizo. Estaba herido, ella también. Tiempo después dijo amar, al no saber yo lo que significaba eso, dije que también lo hacía; fui feliz, o creí serlo, y ella decía lo mismo.
Pero la verdad y la justicia siempre llegan, había algo que ocultaba en sus ojos, era su pasado, aquel que no me contó, aquel que no olvidaba, aquel que un día le pidió volver a él. Sin rechistar lo hizo.
Palabras vacías entonces fueron cada una de las suyas; lo eran, en efecto, con más fuerza aquellas que juraban sentimientos, sentimientos claro, que en su mentira, afirmaba jamás haber sentido antes de mí.
Los míos, los hubo de desechar como a una bolsa de basura, me vació. Y ahora, vacío al igual que sus palabras, vago por la vida; muy en el polo opuesto de lo que es la suya, llena de mentiras y sentimientos inmarcesibles hacia su pasado y aquella persona que supo herirla.
Sin embargo, hay algo que no puedo perdonar y es que:
¡ME HA QUERIDO CULPAR DE SUS HERIDAS! Que insolente, las tenía ocultas, listas para culparme de un mal que jamás hice.