Rechazaron los muebles mi peso equilibrado
en proporción de sueño.
No aceptaron mi vocación sin suerte
ni un fragmento decente de mi desnudez grave.
El sueño y sus caballos también me rechazaron
partiendo como pólvora hacia mis dos costados.
¡Qué suerte para esquiva, insomnio hasta el cabello!
Quisiera ahora decirles - y nadie más se entere-
que el no dormir por días me ha vuelto desconfiado
hasta el extremo infausto de dudar de mis dudas
y hurgarme entre los huesos la vida y sus rezagos.
El humo de los días y la brasa de las noches
parecen dos designios, dos ojos, dos hachazos
que encierra sin retorno mi marcha de sonámbulo.