A tu encuentro voy, Vallejo,
con tu poesía mordiémdome los huesos
y la soledad buscando mi costado.
Te desubrí allá en mi isla
muy lejos de tus Andes azulados.
Descansabas o dormías
sobre un estante polvoriento.
\"Hay golpes en la vida tan fuertes...
¡yo no sé!\"...Un día escribiste y te leí con avidez.
Yo también he sido, lo confieso,
ese hombre apabullado por los golpes
de la vida.
¡Cómo hubiese querido acompañarte
en tu aventura a España,
y sentarme a dialogar contigo
mientras esperabas la Muerte
aquel jueves en París, con aguacero.