Otoño infecundo,
no hay en tu pecho
flores nacientes.
No hay rosados
ni el verdor
del hermoso jade
sube a los árboles.
No traes en tus manos
un milagro
ni pétalos azules;
zafiros del tiempo olvidado.
Bajo tus pasos
hay oros crujientes,
hay pálidos senderos
soñados.
Otoño vacío,
en tu aliento
hay soledades.
Pero así como eres
con tu niebla fría
y tus ocres serenos,
yo te amo,
porque me traes
los versos
que en tus profundas raíces
se fueron gestando.
Ingrid Zetterberg
De mi poemario: \"Ciento cincuenta poemas del alma\"
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