Emigrar desde la cúspide armónica
con tal brusquedad al polo antagónico;
tanto desequilibrio no era esperado.
Declaración que destejió el vacío,
ya no era armonía, era tormenta,
era palabra bastarda de súplica
del verso que muy tarde se hizo carne.
No hubo homilía, no hubo una advertencia,
fue un derroche violento y sin conciencia
por un huracán sin agua ni sed.
De la tormenta nacida esta noche,
él cortó la luz y apagó la luna,
cerrando a su paso el paso a las lágrimas,
amándolos pulcros, en defensa propia.
Martín Blythe
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