Alejandrina

Alhaja de mis días

Lirio puro,

guardo tu majestad sobre mi alma,

llevo tu herida en duelo y el roce de tu llanto

entre mis párpados.

 

Alhaja de mis días,  

otoño delirante,

mi provincia anegada de cereales,

tu mano va conmigo tocando la madera,

encendiendo

la dulce humedad en los guindales.

 

En esta sureña noche

la trémula gaviota de la luna escapa

aguas adentro

y el viento en los corrales

rasga la aleve cítara del miedo.

 

A lo lejos

el eco de tu voz estremece 

la urdimbre de  la niebla;

como un guiño de lluvia

latiendo en los s cristales.

 

Yo sé que a esta hora

estarás amarrado a algún silencio

como un velero atado a su vieja ancla.

 

Por  las calles dormidas junto al mar

una lámpara verde va contigo;

la trementina dulce de mis lares,

y el azogue pulido

de unos ojos llenitos de luz,

que al soltar los postigos del amor

dejan volar mil luciérnagas

sobre el cielo oscurecido de tu duelo.

 

Porque la soledad, amor,

es una estación abandonada en plena noche;

yo voy contigo...

llevo tu ola intacta

y tu saliva ardiente me consume la boca

nunca huyó de tu lado mi amor

de  rosa urgente…

 

Búscame en el ruedo profundo de tus aguas

callada, desnuda y sumergida

en la salobre calina de tu sangre,

porque tú eres el mar fluyendo de tus ojos

y yo soy un relámpago en el bosque.

 

Alejandrina.