Tú, mi puerta abierta,
escalera dirigida al mejor lugar, domingo interminable
lleno de paisajes vivos,
de cortas pausas para respirar.
Hemos abrazado un puente nuestro,
y lo cubrimos de sol
extremo a extremo,
pisada por pisada,
como abejas dispuestas
a cuidar el panal.
De punto a punto lo cruzamos
sobre nuestras voces,
entrelazando las manos
y los sueños,
devolviendo miradas y caricias.
Estamos tan cerca
que no podemos tocarnos,
pero tan lejos,
que dormimos cada noche
entrelazados,
abarcándonos a vuelos,
leyéndonos los ojos
y los labios.
Tu cuerpo conoce mi contacto,
mi pecho tiene las huellas de tus manos,
juntos andamos por las estaciones,
revolviendo armarios,
despavilando espejos,
usando la piel como escenario.
Vamos y volvemos,
acumulando fechas y relojes,
dibujándole ojeras a las horas,
contentos de afilar
las sonrisas de los días.
Estamos y seguimos,
a pesar de los insomnios,
a favor de las mareas,
estrechando las esquinas de los mapas,
alentando a las nubes bulliciosas,
que van gritando amor por las ventanas.
Eduardo A. Bello Martínez
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