El presente dejó plantado el lúgubre pasado, yerto de frío prometiendo mañanas de cristal. Palpé tus labios ávidos de mi y con el rostro plañido de cincuenta lágrimas reí en el momento en que cayó el rocío al salir el sol. Y como el ave fénix resucité aferrada a la esperanza, intentándolo una y otra vez. Ahora, con un beso tuyo me bastó cuando nuestras almas acordes en sentimiento se unieron en armonía y constancia, y me perdí en el vértice de tus caricias, ya no se ni quien soy ahora te pertenezco. Aunque camine a despoblado sé que de tu mano voy por siempre. Cuando el jilguero canta sé que tú me esperas impaciente. Comienzo a experimentar nuevas sensaciones, la vida me brinda nuevos sueños que prometen. Después de que en el extravío deambulé afirmando que había llegado sola al final de mi último verano.
Más tu dádiva estaba presente regalándome vida y nuevas quimeras, abriendo surcos para entregarme la felicidad anhelada.
He emancipado el silencio detenido, y los mil te amos que para ti he atesorado. Esos ósculos deliciosos que solo tú, has podido deleitar de mi amén escarlata.
Ahora vivo dando vueltas sobre ti en lo que tu danzas cual colibrí después de que he sido fecundada. Me conduces a tu nido forrado de placer y gloria, y yo deseosa de libar desesperada de tu boca que me tiene embrujada cuando antaño me sentí exterminada. Ahora mi nicho se llama tú, cuando me brindas el néctar de la felicidad, y me alimento de tus mieles, manjar de dioses. Retomando fuerzas para sobrevivir, y junto a ti, la vida marca la luz del camino al abordar la felicidad que solo conocí en efímeros instantes. Hoy para siempre eterna la vivo entre tus brazos fuertes y vigorosos.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
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