Espera la esperanza, espera
como si esperar pudiera la esperanza
y el hombre parece no entenderlo,
pero es la esperanza quien lo llama.
Y está tan lejana la esperanza
que esperar ya se hace una agonía,
mas sólo esperar es lo que queda
cuando no depende esa esperanza
del ardor de quien espera.
La esperanza late fuerte en el pecho
con ruido que no pasa inadvertido
y le trae esa frescura que se siente
cercana al mar, cercana al río.
Y el hombre queda así esperando
concretar en su vida los anhelos,
a los que espera imaginando tanta vida
y tanta ternura amontonada en años...
esperando que llegara la esperanza.
De mi libro “De encuentros y desencuentros”. 2010 ISBN 978-987-9415-26-9