Yo no debiera quitarles el tiempo
contando mi soledad y mi olvido,
pero pueden (¡qué pena!) darle aliento
a mi alma cuando esto hubieren leído:
Con mis ojos tristes guiñé al destino,
del frío huí quizás buscando una hoguera,
con el estío en mi piel los caminos
rondé buscando eterna primavera.
Tan solo la luz de una luna llena
era el bagaje que cubrió mi espalda,
mas seguí hasta que las flores tuviera.
Las hallé secas, no valió la pena.
por ser cierto es triste, pues no hay guirnaldas
y no existe la eterna primavera.