¡CENIT!
Llegaba al final la cuenta y de pies supe ponerme,
hubo quienes me animaron, más otros querían hundirme;
plantado en el cuadrilátero, no habrá quien pueda vencerme:
¡Ni el diablo mismo en persona, a mí podrá destruirme!
Me gusta el verso exigente, os daréis cuenta al leerme,
las sílabas llevan todas, el traje que he de vestirme;
incluso habrá quien me tilde, y no dejar defenderme:
¡Llamándome almibarado, jamás podréis, juro, herirme!
Amo al hombre que es mi hermano, mía es también su desgracia,
no quiero verle en las malas, a Dios que triunfe le pido;
arriba quiero que suba, verlo colmado de gracia:
¡Por donde quiera que vaya, que pase muy redimido!
Por nada ruego te rajes, mirando siempre hasta el cenit,
aquí viniste a purgar, la deuda grande y pasada;
igual que me encuentro yo, vinimos con ese déficit:
¡Después iremos arriba, al cielo nuestra morada!
Los hombres somos rebeldes, al Padre Eterno engañamos,
unidos al enemigo, como si Él no lo supiera;
ahora vamos contritos, el crimen todos purgamos:
¡Certeza amplia tenemos, comienza una nueva era!
Por lo que a mí corresponde, iré de nuevo al Gran Reino,
de donde llegué hace tiempo, de allí Señor me expulsaste;
jamás querré nuevamente, perder la Gloria que peino:
¡Aquí sobre el blanco pelo, después que tú me salvaste!
La gran lumbrera que asoma, allá temprano en oriente,
permite que te recuerde, Señor y Dueño de todo;
y sin que cuenta me diera, haz sido mi confidente:
¡Porque para conquistarte, seguro no hay otro modo!
Fonéticos son mis versos, llevando dieciséis sílabas,
difícil es lo comprendo, pero me llega el talento;
así como cuando abuela, me hablabas en monosílabas:
¡Entonces yo te observaba, colmado de sentimiento!
JAIME IGNACIO JARAMILLO CORRALES
Condorandino