Verano Brisas

HEGEL

Parecía poco menos que atildado,

pero algo en él causaba curiosidad

y sonrisas no bien disimuladas

en el rostro juvenil de sus discípulos.

 

Su jerga, sencillamente estrambótica,

resultaba difícil de seguir

cuando el grueso torrente de palabras

se iba convirtiendo

en un pobre balbuceo imperceptible.

 

Su porte severo más que bonachón

impactaba de manera inexplicable

al minúsculo grupo de fanáticos

que trataba de imitarlo

hasta en su forma de hablar.

 

Su discurso repleto de alusiones

y casi paupérrimo en la síntesis

los dejaba muy bien impresionados

aun sin comprender su desarrollo,

convencidos de que dicho profesor

llegaría a esclarecerles

los intrincados misterios de la vida.

 

Pero el gran ideólogo dialéctico,

con una Enciclopedia y una Lógica

(sin contar otras obras capitales),

se mezclaba también con lo mundano,

y fue así como pudo perpetuarse

en el vientre disponible de una criada

que servía a las órdenes de un conde.