El hombre de poder enfurece, con su puño golpea
Con su voz vocifera, amenaza, infunde el terror
El fuego de las tanquetas no se hace esperar
Destruye los muros, caen en un estrépito, en arenisca se convierte
detrás las incontenibles multitudes vestidas de harapos
El hambre dibujada en sus cuerpos cadavéricos
Huyen y se mezclan entre perros y cabras
La ciudad está en caos y ese hombre no para de hablar.
De profecías que son maldiciones,
La tierra se abre y agua en torrentes se precipita al vacío
El miedo se apodera de todos, se busca un refugio
Una palabra amiga, que infunda paz, con una esperanza
Unos huyen al norte, otros a occidente, también al oriente
Sin pertenencias, con hambre, con tristeza, sin abrigo
El hombre de poder no calla nunca, su aliento envenena
crece el número de peregrinos que escapan al sur
El éxodo de un pueblo Despojado de su heredad,
obligado a ir por el mundo, a trascender fronteras
Un pueblo que quiere vivir en libertad,
aprenderá a transmutar su dolor en gozo,
serán ejemplo para las naciones del mundo.