Me hubiese gustado escribirte de amor y con amor, siempre,
pero no anticipé que de tanto escribirte olvidaría amarte.
Puede ser posible. Ayer te escribía como nunca a nadie.
Luego, empecé a escribirte como siempre.
Hoy te escribo como a quien se le escribe un balance,
una carta, un recordatorio, un renglón displicente.
Hasta parece que amo escribirte sólo por arte,
por encontrar un motivo suficiente
que seduzca a mis manos y mis dedos frágiles.
Eres un pretexto (tan solo uno) que me mueve
a esparcir la tinta diaria como antes
y doblar la pluma esquiva como siempre.
Pero temo que necesito otra vez enamorarme
de una mujer intensa y una consigna fuerte.
Algo que no permita que mis letras se aparten
al rincón rutinario donde se escribe ausente.
Me hubiese gustado no decírtelo, callarme,
pero me hieren la boca las palabras que te mienten...