El azar jugó a tu favor y conociendo tu secreto y
con la astucia de una leyenda,
mis pasos dominó.
Los guió hasta dejarme frente a la comisura de tu puerta,
un nostálgico y gélido rojo atardecer.
Y ahora que aquí me tienes, ¿qué vas a hacer?
Búscame en tus días, en tus noches.
Espérame rezagado en la coincidencia y en la sorpresa de nuestro destino.
Cuando contemples mi silueta llámame, pero hazlo muy fuerte, alza tu voz y grita mi nombre.
Con imperioso menester grita a contraviento, a contramarea, a contrafuego y a contraelolvido,
a contraloquenopase,
a contraloquedigan
y a…
contraquetevayasynotequedes-
aquíamiladoconmigo-
parasiempre.
Que mi nombre te lleve a un suspiro.
¡Impide que yo siga mi camino como si nunca hubieras existido!
Llámame pues, sin miedo, llámame rápido, presuroso, llámame alegre, ilusionado o incluso también podrías hacerlo enamorado…
Sin dudas, sin guion, sin ensayo, muéstrate atrevido, llámame así, autentico, humilde y sencillo, con ternura y amor, como lo hago yo contigo.