Tu mirada. Solo puedo renacer en tu mirada. Cada vez que quiero hurgar en el baúl de mi mente, solo puedo acordarme de tus ojos y de cómo me miraban. Esa mirada tan profunda que podría contener el mismísimo infierno. Esas líneas tan perfectamente esculpidas en tu cara darían eterno sueño al mismo Donatello. María Magdalena pétrea, su ser se ha regado en mí, mira cómo ruego por una vista de su alma. Tu máscara hecha delirios, a cualquier obra divina, humilla. Sólo puedo pensar en tu mirada, en cómo me mirabas. En esos ojos cargados de llamas y carbón que parecen atraparte y consumirte. Parece que, entre más pienso en ti, más se abre la herida de tu ausencia. El saberte lejos, el no tenerte fundido en mí y solo poder acordarme de tu mirada, me hace ser golpeado por ráfagas de espinas que rasgan la manta que cubre toda obviedad de sentimientos. ¡Ay, amor! Solo puedo pensar en el reflejo puro de tu alma y la forma en que me mirabas, aunque no fuese Eros lo que pensaba cuando lo hacías, solo respondías a la insistencia sangrante de la mía, y ahora que te has ido, dejando un corazón baldío, solo me queda tu mirada cual clavo en las manos de Cristo.