Hugo Emilio Ocanto

*** Amigo *** - Poema - - Autor: Antero - -En la voz de Hugo Emilio Ocanto - - Grabado -

* Y un hondo penar se confundía con las olas

-y se sumergía en ellas

-y era volteado por ellas

y cuando recalaban en la arena, en lágrimas de canto romo

que de tanto rodar, de tanto usar,

se volvían sal

y allí se quedaban, esperando siempre tu retorno,

 

-Ay compañero del alma,

cómo te sufro, cuantos anhelos, como te extraño;

que extraño el pasar del tiempo que envejece las hojas

y las muere, las alza, y al final

son un manto para los pies descalzo

del marinero perdido en tierra que llora la pena

con lágrimas secas y saladas.

 

* Cuanto mar abandonado que con cada ola reclama

lo robado, con cada abrazo vacío se ahoga en la pena

y se resiste a morir en soledad y estío.

Los brazos ondulados, incansables, no paran

de buscarte en nuestras arenas que guardan las huellas

de tus pies descalzos.

 

* Ay amigo del alma

compañero de sendas que desembocan en nuestro mar,

aquel que de niño veíamos

y con lágrimas saladas enjugábamos las risas

-y saltábamos

-y corríamos

-y nos sumergíamos,

para luego ser dos almas tendidas bajo un firmamento

de promesas que nunca se cumplieron.

 

* Y así compañero de senda, olas y arena,

se fue cumpliendo la profecía:

nada de lo que nunca llegue al horizonte será realizado:

los sueños que mueren desgastados con ese canto rodado:

las piedras del camino que fueron expulsadas de la playa:

nuestra playa de ayer, nuestro mar de entonces.

 

* Que lejos la luz del amanecer, que extraño el viento que no veo,

ese que entonces levantaba remolinos de arena en nuestras venas

y nos empujaba hacia la libertad que nos fue negada.

 

* Ay compañero, donde estás amigo del alma,

-grita que te pueda ver!

saca la lanza aquella con la que pensábamos liberarnos

de las alimañas invisibles,

pon en guardia las defensas y corramos de nuevo por la arena,

y a ser posible, vuelve con la mochila de entonces,

aquella cargada de sueños, de rosas y promesas como tatuajes.

 

-Ay de mi soledad amigo mío,

cuanto me pesa el paso del tiempo que nunca vuelve.