Una canción a lo lejos.
El sonido de un motor.
Una voces disonantes,
expresando su razón.
Unos suspiros ahogados.
Esas miradas ausentes,
que denotan decepción.
Unos dedos agrietados,
de solicitar perdón.
El tiempo que se diluye,
como se quiebra la voz.
Cuando se rompe la vida,
creyendo en un mal menor.
Unos ojos inyectados,
de la sangre de los justos.
Que se ciegan con la ira,
a los malditos presuntos.
Aves de fino plumaje.
Rosas de rojo rubí.
Melodías que acarician,
como besos de jazmín.
Multicolores abrazos,
sin problemas de color.
Grave gesto de dolor,
cuando lo injusto se premia.
Penalidades sin fin,
que los hombres enajenan.
Personajes de opereta,
que bailan sin ton ni son.
Palabras de terciopelo,
pero llenas de rencor.
Fibrosas manos que tiemblan,
en el vacío zurrón.
Sortilegios que hacen cábalas,
del destino y del amor.
Miradas que rompen rejas,
con reflejos de latón.
Atardeceres de vino,
con vistas al interior.
Aquellas palabras cómplices,
a medias con el alcohol.
Guiños que anuncian promesas,
envueltas en algodón.
Soterradas vanidades,
llenas de doble intención.
Artistas de medio pelo,
que destrozan la canción.
Vulnerables pajarillos,
de alerón en alerón.
Palabras sobre palabras.
Pensamientos de color.
Ideas descabelladas,
pero ahítas de intención.
Sobrecogidos los cuerpos,
sin comida ni colchón.
La levedad de los Hombres,
que pactan con el ladrón.
Amaneceres de risas,
que parten el corazón.
Las atrevidas sonrisas,
que devoran la pasión.
Besos eternos del alma,
guardados en un rincón.
Ojos que nunca se olvidan,
de mirar al inferior.
A. L.
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