Cuántos espejos incesantes
se levantan al despertar tu cuerpo,
que erige luz a luz
y beso a beso,
esta llanura del amor
que contigo despiertas.
Cruzas la arena de mi piel,
movedizo relámpago,
como una marea esperándote
precozmente dormida.
Juegas a esconder la lámpara,
a esconderme la aurora,
mientras me vuelvo
un viento indefenso
sobre mi almohada.
Tu galope circunda
los contornos abiertos de mi cuerpo:
Torbellino que ciñe
el carmesí silencio de mi boca.
Y luego te estacionas
en mi cuello y en mi alma,
doblemente ceñida por tu sed.