He caminado esquivando los gemidos
y explorándome dentro he descubierto
un pobre corazón ennegrecido
que llorando suplicaba al viento.
A él le mandaba un quejido,
él le devolvía un lamento,
y el lamento recogido
le apuñalaba en el pecho.
Se hizo evidente mi grito,
el corazón quedó muerto.