Xabier Abando

Del santo prepucio y otras reliquias


Mantuvo la Iglesia, en su larga historia,
reliquias a millares, para el culto,
rentable patrimonio, hoy medio oculto,
seguro, por su incómoda memoria.

Y ya desde sus tiempos más remotos,
en número creciente, las reliquias,
hasta épocas recientes, las delicias
hicieron de creyentes muy devotos.

Felipe Segundo, un rey obsesivo,
juntó en impresionante colección
reliquias, a merced de su adicción,
buscándolas de un modo compulsivo.

Según Freud, fue indeciso y obstinado,
un obseso compulsivo profundo,
que su mesiánica visión del mundo
en imponer estaba empecinado.

En el escurialense monasterio,
mandó hacer ex profeso dos altares
guardando allá reliquias que, a millares,
obtuvo dentro y fuera de su imperio.

Mandó, al sentir de la muerte el abrazo,
traer de San Albano la costilla
del mártir San Sebastián, la rodilla
y de San Vicente Ferrer, el brazo.

Y Franco, como Felipe Segundo,
retuvo la manita amojamada
de su Santa Teresa, monja amada,
de restos esparcidos por el mundo.

Entre esos miles de reliquias santas
las hubo peregrinas y curiosas
algunas ciertamente misteriosas;
seguido cito aquí cuarenta y tantas:

Cinco gotas de leche de María
varias pajas del pesebre natal
del niño Jesús, el primer pañal,
un relicario de la Epifanía,

dientes de leche de Jesús, quinientos
tres cordones de ombligo, con su nudo,
en botella un auténtico estornudo
del Espíritu Santo y varios cientos

de espinas de la corona de Cristo
la pluma de un arcángel, blanca y bella,
suspiro de San José, uno, en botella,
la causa no se sabe, por lo visto,

de la barba de Cristo, un solo pelo
retales de su túnica especial,
seis ejemplares del santo Grïal,
de la virgen, diez lágrimas y un velo.

los pechos de Santa Águeda, en bandeja,
el lienzo que hizo a Cristo de sudario,
fragmentos de su cruz en el Calvario
de Pedro el santo apóstol una oreja,

también una sandalia y su cadena,
sesenta y tantos dedos del Bautista,
la taza de San Juan Evangelista
y dos manteles de la última cena,

de cuya mesa queda algún fragmento
y, a pesar de que el tema arroja dudas,
las monedas que un día cobró Judas,
en pago a la traición a su maestro;

la Santa Faz, el rostro de Jesús,
que Verónica en velo hubo captado,
la lanza con que abrieron su costado,
los clavos que lo ataron a la cruz.

Del prepucio de Cristo hubo sus dudas:
por ser judío, fue circuncidado,
su prepucio, por tanto, eliminado,
y mentes eclesiásticas sesudas

que al cielo ascendió Cristo aseguraban
con su miembro viril ya recompuesto,
incluyendo el prepucio, por supuesto,
mientras otros, en cambio, especulaban

que el santo pellejito, al ser cortado,
sin duda habría a los cielos ascendido,
habiendo asi a su dueño precedido,
y fue al llegar al cielo reinsertado.

Y, por fin, hubo algunos que pensaron
que el divino prepucio no fue al cielo,
cual sus dientes de leche, o bien su pelo,
o sus uñas, que en tierra se quedaron.

la enconada disputa se acababa
declarando el prepucio prescindible,
más siendo, por divino, incorruptible,
fue reliquia que mucho interesaba.

Y aquel sagrado prepucio insepulto,
de indudables divinas cualidades,
en catorce o más localidades,
reliquia fue, de fervoroso culto.

Catalina de Siena, santa, dijo
que, a modo de anillo de desposorio,
de Cristo lo recibió, hecho ilusorio
que nadie contrastó, ni contradijo.

Sor Agnes Blannbekin el pellejito
en su boca formársele notaba
y allí volvía en cuanto oí ñ lo tragaba,
en un ciclo continuo, aunque finito.

De sabor dulce y de tacto carnoso,
el prepucio que notaba en su boca
la hacía disfrutar como una loca,
tal como en un orgasmo escandaloso.

En Calcata, un pueblecito italiano,
sacaban el prepucio en procesión
en la fiesta de la Circuncisión,
hoy suprimida por el Vaticano,

celebrada al inicio de cada año,
hasta que, un día del siglo pasado,
el sagrado prepucio fue robado
del relicario, un suceso harto extraño;

las malas lenguas dicen que allá estaba
el brazo de la Iglesia involucrado,
era el último prepucio sagrado
que en todo el mundo cristiano quedaba.

Puede decirse que el Santo Prepucio
de las reliquias fue la más curiosa,
mas se echa en falta aquella prodigiosa,
que fue el sombrero de San Apapucio,

de justa fama en todo el universo
por ser objeto de un milagro cierto,
cuando al santo, eremita en el desierto,
tentaron, con propósito perverso,

dos mujeres en cueros, como el santo,
cuyo sombrero, a falta de otras prendas,
interpuso ante sus partes pudendas,
y ellas, tirando de ingenio y encanto,

le hicieron señalar dos direcciones,
a la vez, con los brazos extendidos,
y el gorro sus colgajos escondidos
mantuvo, él solito, sin intervenciones

de seres terrenales y, por tanto,
aquello fue un milagro, hecho increíble,
a intervención divina atribuíble, salvaguardando la virtud del santo.

Y cuenta la leyenda que el sombrero,
un par de pulgadas se elevó, incluso,
y así, con más acierto se interpuso.
¡Perdió una gran reliquia el mundo entero!

© Xabier Abando, 11/06/2018

Algunas fuentes consultadas:

https://es.m.wikipedia.org/wiki/Santo_Prepucio


http://archivo.elnuevodiario.com.ni/mundo-oculto/306656-santo-prepucio-cristo/
http://www.jotdown.es/2015/10/en-busca-del-santo-prepucio/


https://laterminalrosario.wordpress.com/2009/04/20/el-santo-prepucio-y-su-extrana-historia/


https://alvaroanula.wordpress.com/2018/03/02/la-coleccion-de-7-400-reliquias-que-felipe-ii-reunio-en-el-escorial/


https://masquemurallas.com/2015/04/12/las-reliquias-de-santa-teresa/