Una palabra quisiera escucharte,
esa que me salve de la marea
que cada noche anega mi playa
y abraces mi pena con tus caricias
que es, lo que más deseo ahora.
Y cuando desde detrás del cristal
del que sólo se ve una cara,
lloro, mientras a ti, risas te escribo,
me vuelvo loca deseando
que tus labios acaricien mi boca.
Después de conseguir de tu imagen
separarme, a veces gemidos
y otras llanto, conquistan mi descanso,
mientras el sueño me vence,
siempre, imaginándome en tus brazos.
Pienso que tus manos mesan
mi pelo en la calidez de tu regazo
y voy cayendo en un sublime letargo,
mientras me susurras al oído
que nuestro tiempo ha llegado.
Que tras ese ciego cristal,
siempre habías estado,
arañándolo como yo, contenido
por no decir lo que en
verdad, ansiaban tus labios…
Pilar González Navarro.
Junio 2018.