De frente a un espejo
observo a un loco demente,
cegado está por la virtud paranoica de su conciencia,
alejado del mundo,
encerrado en el infinito universo de su mente,
inmerso en sus obsesivos pensamientos
permanece silente acostado en su cama.
Lejos de sus emociones
comienza una autodestrucción lenta y tortuosa,
alejado de toda cordura,
alejado de cualquier miedo que infunde dolor.
Aquel hombre se mira al espejo,
¡que calma le da mirarse llorando en su propio reflejo!
y ver en sus ojos aquel sufrimiento de años,
siente ira por su debilidad,
siente debilidad por todos esos actos
donde la mente depravada lo dominaba completamente.
Encerrado solo en el baño,
siente el tibio calor de su sangre
que recorre su cuello y sus brazos,
no hay margen para lamentarse ya que se siente solo
y está solo...
sumergido en su paranoia desquiciada,
la locura despiadada lo tortura,
lo corroe,
lo envenena
y su muerte mental es inminente...
Aun así, adora observar su triste reflejo
en ese viejo espejo en el baño.
De sus ojos se puede ver el fuego envenenado en su alma,
su vida está consumida por la locura, por la absoluta tristeza.
La soledad que por una vez él amó,
hoy lo mutila silenciosamente hasta perecer en el olvido,
su obsesión por querer ser fuerte en la vida lo traicionó.
Carente de voluntad,
vacío de toda emoción humana.
Y es que a las 6:30
aquel hombre fue devorado por el monstruo en su interior,
no logró convivir con su locura y tristeza,
lo único que pudo rescatar de todo ese momento amargo
fue su reflejo en el viejo espejo del baño
donde el suicidio fue la sinfonía
que resonó en su ser.
A n g e l a C a v a l c a n t i